Qué bueno es sentir que la música golpea tu cuerpo, que lo hace moverse. E ir a la barra a por una cerveza. 

Y reirse. Reirse a carcajadas, con la boca abierta, enseñando los dientes, sin verguenza. De anécdotas que un grupo de amigos ha ido recopilando a lo largo de los años. Sin preocupaciones, sin mirar el reloj, llamando la atención de los que están cerca de ti.

Que bien sienta que te miren, que te digan "linda", sentir un ligero mareo, el alcohol en tu cuerpo, el alcohol corriendo por tus venas, decir las cosas que normalmente no dices, tirar los tejos, subir al piso de arriba de la discoteca y calmarte.

Sabes que es una sensación que no va a durar mucho. Y sientes los latidos de la música, no los de tu corazón. Vas a por una cerveza y te ríes. Te ríes como hacía tiempo que no te reías.